Windows 11 se renueva visualmente, el modo oscuro ahora es más completo

Windows 11 siempre ha sido un sistema marcado por contrastes, y pocas veces esa dualidad ha sido tan evidente como al trabajar en entornos nocturnos. Con la habitación en penumbras y la pantalla como única fuente de luz, la irrupción de un cuadro de diálogo blanco al copiar o eliminar archivos rompe de manera abrupta la armonía visual. Ese choque entre la estética oscura del sistema y destellos súbitos de elementos claros evidencia una carencia de coherencia en el modo oscuro de Microsoft, que nunca ha estado del todo finalizado. Cada avance hacia un diseño más uniforme se percibe, al menos para muchos usuarios, como un pequeño pero significativo alivio.

-Los orígenes de un modo oscuro incompleto

El modo oscuro llegó oficialmente a Windows en 2016 con Windows 10, pero desde el principio fue más una promesa que una realidad consolidada. Aunque componentes clave como la aplicación Configuración, el navegador Edge o incluso el menú de inicio adoptaron la nueva estética, otros elementos básicos permanecieron sin cambios, como si hubieran quedado anclados en una época anterior. Esta disparidad generó una sensación de fragmentación que contrastaba con la experiencia ofrecida por otros sistemas. Tanto macOS como varias distribuciones de Linux lograron integrar una estética oscura consistente y homogénea, donde el diseño no era una mera capa superficial, sino un lenguaje visual aplicado de manera integral en toda la interfaz.

-Avances en las últimas compilaciones de Windows 11

Las compilaciones de prueba más recientes sugieren que Microsoft está dispuesta a cerrar esta brecha. En la build 26100.5061, disponible para los usuarios del programa Insider, se han introducido mejoras sustanciales en la implementación del modo oscuro. Los cuadros de diálogo vinculados a operaciones frecuentes como copiar, mover, eliminar o gestionar permisos han adoptado finalmente un aspecto oscuro. Puede parecer un detalle menor, pero la relevancia es evidente: estas ventanas aparecen constantemente y hasta ahora conservaban un fondo claro que desentonaba de manera notoria con el resto de la interfaz.

-Una estrategia de integración progresiva

A pesar de estos avances, la transición aún no está completa. Pruebas realizadas por usuarios muestran que algunos botones y elementos de interacción permanecen en tonos claros, lo que rompe la uniformidad buscada. No obstante, la decisión de Microsoft de extender el modo oscuro a componentes tan utilizados representa un reconocimiento explícito de la necesidad de culminar un proceso iniciado hace casi una década. Todo apunta a que la estrategia elegida consiste en integrar la estética oscura en los elementos más esenciales, validarla en los canales de prueba y posteriormente expandirla de manera sistemática a todo el sistema operativo.

-Impacto en la usabilidad y la experiencia del usuario

El beneficio de esta evolución trasciende lo puramente estético. Un modo oscuro coherente reduce la fatiga visual en entornos poco iluminados, facilita la concentración y aporta una sensación de continuidad en la navegación por el sistema. Para quienes trabajan durante largas jornadas frente al ordenador, la desaparición de los destellos blancos entre ventanas oscuras supone un alivio práctico más que cosmético. En este sentido, se trata de una respuesta directa a una demanda recurrente de los usuarios: la necesidad de contar con una interfaz verdaderamente uniforme y adaptada a diferentes condiciones de uso.

-La actualización Windows 11 25H2 como punto de inflexión

Todo indica que estas novedades se consolidarán en la próxima gran actualización del sistema, Windows 11 25H2, prevista para el otoño de este año. Es razonable esperar que los cambios no se limiten a los cuadros de diálogo del explorador de archivos, sino que se extiendan a otros espacios aún pendientes, como el Panel de Control, el cuadro de Ejecutar o las ventanas de propiedades de archivos. Si se confirma esta tendencia, Microsoft estaría finalmente encaminándose a cerrar un capítulo que había dejado inconcluso, generando durante años la sensación de un sistema a medio terminar.

-Comparación con otros sistemas operativos

El retraso de Microsoft resulta aún más evidente al compararlo con la competencia. Apple introdujo un modo oscuro completo en macOS Mojave en 2018 y, desde entonces, lo ha perfeccionado con un enfoque minimalista y consistente. Por su parte, en Linux, entornos de escritorio populares como GNOME o distribuciones como Ubuntu integraron de manera rápida y eficaz interfaces oscuras homogéneas. Frente a ello, Windows ha tardado casi diez años en dar pasos firmes hacia una experiencia similar. Puede parecer un detalle menor, pero en la práctica, la interfaz es la primera capa de interacción del usuario con el sistema, y cualquier incoherencia visual termina afectando la percepción de calidad.

-Una dirección que empieza a ser la correcta

Al observar estas mejoras, resulta inevitable recordar las veces en que una ventana clara interrumpía de forma brusca la concentración en plena jornada nocturna. Esa experiencia, tan molesta como recurrente, parece estar llegando a su fin. Aunque el camino hacia la coherencia total aún no esté completado, lo cierto es que Microsoft comienza a reconocer que el modo oscuro no es un simple adorno, sino un lenguaje visual que refleja cómo trabajamos, jugamos y creamos en entornos digitales cada vez más prolongados. En ese sentido, resulta alentador comprobar que la noche digital de Windows empieza, al fin, a parecerse más a la noche real.