
Uno de los aspectos más criticados por los usuarios de Windows ha sido históricamente la deficiente gestión de la batería. Frente a competidores como macOS o diversas distribuciones de Linux, el sistema operativo de Microsoft ha demostrado un consumo energético considerablemente más elevado, incluso en tareas cotidianas. Mientras que otros sistemas han comenzado a implementar soluciones basadas en inteligencia artificial para optimizar el uso de recursos y extender la autonomía de los dispositivos, en muchos casos estas soluciones han resultado ser meramente cosméticas, sin aportar mejoras reales ni sostenibles en el rendimiento energético.
-Un nuevo enfoque: gestión inteligente sin recurrir a la IA
Microsoft, consciente de esta problemática, trabaja actualmente en un nuevo sistema de administración de energía para Windows 11 que busca optimizar la duración de la batería sin depender de algoritmos de inteligencia artificial. Este sistema estará disponible a partir de la versión 25H2 del sistema operativo y se centrará en controlar de forma más eficiente uno de los componentes que más energía consume en cualquier equipo: el procesador.
La tecnología en desarrollo ha sido denominada «Administración de energía de CPU consciente de la interacción con el usuario», y su funcionamiento se basa en detectar cuándo el usuario se encuentra físicamente presente e interactuando con el equipo. En los periodos de inactividad, el sistema reducirá automáticamente la carga de trabajo del procesador, adoptando un enfoque de consumo ultra reducido para preservar la energía.
Este mecanismo se sostiene en dos estrategias fundamentales. Por un lado, el sistema ajustará las frecuencias y los voltajes del procesador al mínimo cuando no se detecte interacción activa, minimizando así el gasto energético. Por otro, se activarán estados de reposo profundo, conocidos como “estados C”, que permiten al procesador entrar en modos de suspensión más eficientes sin interrumpir por completo su capacidad de respuesta. Una vez que el usuario retome la actividad, ya sea moviendo el ratón o presionando una tecla, el sistema revertirá de inmediato al modo estándar, restaurando la capacidad de procesamiento en tiempo real.
Si bien el planteamiento es prometedor desde un punto de vista teórico, surgen algunas inquietudes respecto a su implementación práctica. La gestión dinámica de voltajes, en particular, es una operación delicada que, si no se realiza con el debido control, puede generar inestabilidad o incluso dañar el hardware. En este sentido, sería deseable que esta nueva función pueda ser activada o desactivada a voluntad del usuario, a fin de garantizar que cada perfil de uso pueda ser atendido adecuadamente sin comprometer la integridad del equipo.
-La intervención de la IA: Copilot y el análisis de hábitos de uso
Junto a este nuevo sistema de ahorro energético basado en la interacción con el usuario, Microsoft también planea incorporar funciones de optimización energética mediante inteligencia artificial, pero exclusivamente en equipos que cuenten con hardware compatible y ejecuten Copilot de forma local.
En este caso, el enfoque consiste en que el sistema analice en tiempo real los hábitos de uso del usuario, detectando patrones de comportamiento y ajustando diversos parámetros del sistema para maximizar la autonomía del dispositivo. Esto incluye sugerencias como modificar el nivel de brillo de la pantalla, cambiar el plan de energía activo, activar o desactivar ciertas funciones según el contexto, o reducir procesos en segundo plano innecesarios. La gran ventaja de este enfoque reside en que, al ejecutarse íntegramente en el dispositivo, no se requiere enviar ningún tipo de información a los servidores de Microsoft, preservando así la privacidad del usuario.
En conjunto, estas dos estrategias reflejan un cambio claro en la filosofía de Microsoft en cuanto a la gestión energética en Windows. Por un lado, se busca un mayor control del hardware sin depender de la nube ni de soluciones complejas de IA. Por el otro, se exploran las capacidades de la inteligencia artificial local para adaptar el sistema operativo de manera más inteligente a las necesidades de cada usuario, mejorando así una de las debilidades históricas más notorias del ecosistema Windows.