Peligro de estafas en Navidad, el ajuste de WhatsApp que debes desactivar ahora para evitar que los ciberdelincuentes te engañen

WhatsApp lleva años ocupando una posición casi indiscutida como principal canal de comunicación digital en buena parte del planeta. Su éxito se apoya en una combinación difícil de igualar: facilidad de uso, inmediatez, cifrado de extremo a extremo y una adopción masiva que la ha convertido en la vía preferida para hablar con familiares, amigos y compañeros de trabajo. Precisamente esa ubicuidad es también su mayor debilidad. Allí donde están todos, también están quienes buscan aprovecharse de ello.

En determinadas épocas del año como el periodo navideño o las vacaciones el volumen de mensajes, imágenes y vídeos se dispara. Y con ese aumento de actividad llega un contexto especialmente favorable para estafas, campañas de malware y suplantaciones de identidad. En este escenario, los expertos en seguridad insisten en revisar una opción concreta de la aplicación que, aunque pensada para la comodidad del usuario, puede convertirse en una puerta de entrada silenciosa para problemas serios: la descarga automática de archivos.

-La comodidad que elimina una barrera de seguridad esencial

La descarga automática de archivos está activada por defecto en WhatsApp desde hace años. Su lógica es sencilla: permitir que fotos, vídeos, audios o documentos se guarden de forma inmediata en el dispositivo para que la conversación fluya sin interrupciones. No hay que tocar nada, no hay que confirmar descargas, todo aparece listo para verse o escucharse al instante.

El problema es que esta comodidad elimina un filtro crítico. Al permitir que cualquier archivo recibido se almacene directamente en el teléfono, el usuario pierde el control previo sobre lo que entra en su sistema. No existe un paso intermedio en el que evaluar si el contenido tiene sentido, si el remitente es legítimo o si el archivo es realmente lo que aparenta ser.

Desde el punto de vista de la ciberseguridad, esto supone reducir al mínimo la fricción para un atacante. Si el archivo llega y se descarga sin intervención humana, el margen de reacción desaparece. El contenido ya está en la memoria del dispositivo antes de que el usuario tenga oportunidad de desconfiar.

-¿Cuando el peligro no viene de desconocidos?

Existe la falsa sensación de que el riesgo se limita a mensajes procedentes de números desconocidos. WhatsApp, de hecho, ha reforzado en los últimos años sus mecanismos para advertir de contactos no guardados o mensajes potencialmente sospechosos. Sin embargo, las campañas de ataque más eficaces rara vez se basan en números aleatorios.

Una técnica cada vez más habitual es el secuestro de cuentas reales. Cuando un atacante consigue tomar el control del perfil de una persona, ese número pasa a ser una vía de confianza para todos sus contactos. Un archivo enviado desde la cuenta de un familiar, un amigo o un compañero de trabajo rara vez despierta sospechas inmediatas.

En ese contexto, la descarga automática se convierte en un problema mayor. El archivo llega desde alguien conocido, se descarga sin preguntar y queda almacenado en el sistema. En muchos casos, el malware se disfraza de algo aparentemente inocuo: una felicitación, un documento, un vídeo breve o una imagen festiva. El usuario confía, y esa confianza es precisamente el vector del ataque.

-Riesgos reales: más allá del susto puntual

Mantener la descarga automática activa no solo incrementa el riesgo de infección, sino que amplifica sus consecuencias. Un archivo malicioso puede servir como puerta de entrada para software espía, troyanos bancarios o ransomware. En el peor de los casos, el atacante puede acceder a datos personales, conversaciones privadas o incluso aplicaciones financieras instaladas en el dispositivo.

A esto se suma un impacto menos llamativo, pero igualmente relevante: el desgaste del propio terminal. La acumulación constante de vídeos, imágenes y audios —especialmente en grupos familiares o laborales— llena rápidamente el almacenamiento. Un dispositivo saturado funciona peor, se vuelve más lento y puede quedarse sin espacio para actualizaciones del sistema o parches de seguridad críticos. Así, una función pensada para ahorrar tiempo termina comprometiendo tanto la seguridad como el rendimiento del teléfono.

En Android:

  • Abrimos WhatsApp y nos dirigimos a los tres puntos verticales que se encuentran en la parte superior derecha de la app.
  • Pulsamos en Ajustes (o Configuración) en WhatsApp.
  • Entramos en el apartado Almacenamiento y datos.
  • Por último, en la sección Descarga automática, desactiva todas las casillas (fotos, audio, vídeos y documentos) tanto para Datos móviles como para WiFi.

En iOS:

  • En un iPhone, el procedimiento es bastante similar. Abrimos la app y pulsa en la pestaña Tú.
  • Luego, debemos seleccionar Almacenamiento y datos.
  • Y, en Descarga automática de archivos desactiva las opciones Fotos, Vídeo y Documentos, solo debes elegir la opción Nunca.

-Recuperar el control: por qué desactivar la descarga automática marca la diferencia

La alternativa no pasa por dejar de usar WhatsApp ni por desconfiar de todo el mundo, sino por devolver al usuario la última palabra. Desactivar la descarga automática implica que cada archivo recibido quede en espera, visible pero no almacenado. Ese pequeño gesto introduce un momento clave de reflexión: ¿tiene sentido este archivo?, ¿esperaba recibirlo?, ¿conozco realmente su origen?

Cuando esta opción está desactivada, los archivos aparecen en los chats de forma difuminada, acompañados de un icono de descarga. Nada se guarda sin una acción explícita. Es una fricción mínima, pero suficiente para frenar muchos ataques que dependen de la inmediatez y la automatización.

-Un ajuste sencillo con un impacto desproporcionado

Modificar este comportamiento es un proceso rápido y accesible desde los ajustes de la aplicación, tanto en Android como en iOS. No requiere conocimientos técnicos ni herramientas externas, y el cambio es reversible en cualquier momento. Sin embargo, su impacto en términos de seguridad es notable.

A partir de ese momento, cada descarga será una decisión consciente. El usuario gana tiempo para evaluar el contexto, identificar anomalías y evitar que un archivo potencialmente peligroso se cuele en el sistema sin ser visto.

WhatsApp seguirá siendo, previsiblemente, la columna vertebral de la comunicación digital diaria. Precisamente por eso, pequeñas decisiones de configuración adquieren una importancia enorme. En un entorno donde los ataques ya no se basan en errores evidentes, sino en la confianza y la automatización, recuperar el control es una de las mejores defensas posibles. Desactivar la descarga automática no convierte el teléfono en una fortaleza inexpugnable, pero sí cierra una de las puertas más silenciosas y eficaces que utilizan los ciberdelincuentes. Y en seguridad digital, muchas veces, eso es suficiente para marcar la diferencia.